No se trata de una afirmación novedosa asegurar que las nuevas tecnologías han supuesto
ruptura e innovación en todos los campos. Sin
embargo, hay un sector en el que ha producido una doble transformación, que,
además, combinada con la fuerte crisis en la que éste estaba inmerso, pone en
peligro su funcionamiento, supervivencia y estabilidad; haciendo que sus
máximos representantes y expertos pongan el grito en el cielo y clamen
anunciando el fin de una era.
Se trata del sector de las comunicaciones o mejor, del
sector de la comunicación. Del periodismo, las noticias, los reportajes y la
prensa. Los medios de comunicación tienen un papel tan importante en la
retransmisión de la crisis y su situación, que a veces se olvida que ellos
también se encuentran sumidos en ella. Esta crisis también es suya, una crisis
de confianza y liquidez.
Las principales fuentes de información durante años, como
han sido el periódico o la televisión, comienzan a quedarse obsoletas
frente a la nueva y variada oferta de medios tecnológicos (véase redes sociales,
blogs y demás portales digitales). Pero este cambio no supone únicamente el
abandono del soporte físico, sino que también supone el paso a un nuevo formato y
paradigma de periodismo y comunicación. Lo señala muy bien el bloguero francés
Loic Le Meur, mediante el lema de su blog: “Los medios tradicionales mandan
mensajes, los nuevos empiezan conversaciones”.
Este nuevo sistema, que acaba con la prensa y la
comunicación de masas, hace de la comunicación interacción, resaltando así el
papel del individuo. Ya no es posible ofrecer productos homogéneos y cerrados,
ideados para agradar al gran público y a una masa lo más amplia posible; ahora
es necesario presentar amplios abanicos de temas abiertos al público, que será
el que realice la selección y jerarquización correspondiente.
Una vez hemos asumido esto, podríamos pensar que el sector que realmente
sufre una crisis es el de las grandes industrias editoriales que se encuentran
detrás de las principales empresas de comunicación, ya que este oficio no se
restringe ya a quienes se hayan formado para ello profesionalmente, si no que
se encuentra abierto a todos los ciudadanos. Si tomamos esto como única tesis,
podemos pensar que el periodismo libre, el derecho a la información veraz y la
libertad de expresión salen beneficiadas, pues sus canales y plataformas de
trabajo no solo se han ampliado, si no que ahora cuentan con una influencia y
un público mucho más relevante como agente social y creador de opinión pública.
Sin embargo, debemos añadir que estos nuevos soportes han
supuesto una sobreproducción de información.
Cuando antes el antagonismo de la información veraz y libre se encontraba
personificada en los regímenes autoritarios y la censura previa, ahora nos
tropezamos con una nueva barrera: la de la confusión y la demagogia, la falta
de verificación.
No debemos temer el fin del periodismo, pero sí la posible
desaparición de los medios tradicionales de éste, que durante años se han
coronado como un garante de la democracia, de la libertad, el “cuarto poder”.
Para nosotros, estudiantes de periodismo, esta situación
plantea interesantes debates, como pueden ser: la libertad y la transparencia total frente a las restricciones que la
mayoría de los estados e instituciones consideran necesarias. ¿Dónde está, pues
el límite entre restricción justificada mediante la seguridad y censura? ¿Es
posible hablar de valores totales en un aspecto práctico? ¿Podemos defender el
derecho a recibir información veraz y gratuita si somos conscientes que el buen
periodismo, hecho por corresponsales formados y en muchas ocasiones
independientes, de contrastación y verificación, de jerarquización y selección;
cuesta y seguirá costando y suponiendo mucho esfuerzo, gasto y dinero? Además
de que en muchas ocasiones tampoco tiene el respaldo y los soportes, así como
la financiación necesaria, para realizarse y llevarse a cabo.
Quizás la pregunta más compleja a la que tengamos que dar respuesta sea qué hace qué tantos miembros pertenecientes a una
generación que ha crecido con internet y las nuevas tecnologías decida formarse
en un oficio que se encuentra sumido en una crisis tan profunda, que cuestiona todo su funcionamiento y
amenaza si no con su desaparición, con una transformación radical de éste, de
su concepto y funcionamiento. La
figura del periodista tal como lo conocemos está en peligro de extinción.
Si, un artículo muy interesante. Los estudiantes de periodismo tenéis un gran reto. El periodista es importante en la sociedad, y ahora más que nunca. El periodista es garantía de libertad.
ResponderEliminarQueremos PERIODISTAS!
Esa es la situación. Se está cambiando la manera de acceder a la información, de eso no hay duda. Pero no confundamos información con conversación, con comentar y opinar. El medio puede ser físico o digital, pero si queremos fuentes fiables, lo más veraces posible, no podemos pretender beber de esa información asamblearia que parece que ahora se impone, sino de medios y personas profesionales, sea a través del medio que sea.
EliminarAhí está la misión de los periodistas
No solo la manera de acceder a a la información cambia, si no también la manera de tratarla y de responder a ella.
EliminarUna vez hemos detectado la función de los periodistas (el fundamento, lo que no se debe alterar) el dilema principial es precisamente ése, el cómo, el medio, la financiación, los recursos y las fuentes...
¡Muchas gracias por tu comentario!
Para resumir esta noticia me quedo con esta frase:“Periodismo es publicar lo que alguien no quiere que publiques. Todo lo demás son relaciones públicas”.Y a los fúturos periodistas nos toca luchar por buscar la verdad,y no ser simples marionetas de un sistema.
ResponderEliminartienes toda la razon, pero exiten muy pocos periodistas y muchos relaciones públicas, incapaces de decir nada feo de los poderes no sea se queden sin prevendas,triste pero es lo que hay.
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