La distinción entre
público y privado, abierto o cerrado, gratis o de pago, y en general, los
debates sobre cualquier tipo de libertad de uso, acceso o distribución, han
estado presentes multidisciplinarmente, aunque de manera destacada en el campo de
los medios de comunicación, y más recientemente en las nuevas tecnologías. Así, han surgido polémicas como las suscitadas
por la piratería y la consideración de la cultura como bien público. De la
misma manera, los derechos de autor han tenido que ser legalmente examinados, y
las empresas afectadas por los nuevos fenómenos tecnológicos (discográficas,
editoriales…) han tenido que adaptarse a ellas buscando nuevas formas de
obtener ingresos (ventas digitales, uso de canales y redes sociales para la
difusión y publicidad...).
Pues bien, dentro
de estas discrepancias tecnológicas está la del software libre. En la década de
los 70 y 80, en pleno apogeo del desarrollo informático, el software (el
soporte lógico de un sistema informático, todas aquellas instrucciones que
nuestro ordenador recibe para funcionar) no era considerado un producto, sino
un añadido que los vendedores de grandes computadoras proporcionaban a sus
clientes para que pudieran usarlas. Las
personas que hacían uso de la informática, en universidad y empresas, creaban y
compartían el software sin ningún tipo de restricciones.
Pero en la década de los
80, en pleno apogeo del desarrollo informático, las computadoras más
modernas comenzaban a utilizar sistemas operativos privativos,
forzando a los usuarios a aceptar condiciones restrictivas que impedían
realizar modificaciones a dicho software.
Conviene decir que
software libre no significa gratis. «Software libre» es el que respeta la
libertad de los usuarios y la comunidad. En grandes líneas, significa que los usuarios tienen la libertad para ejecutar, copiar,
distribuir, estudiar, modificar y mejorar el software. Es decir, el «software libre» es una cuestión de
libertad, no de precio, aunque suele estar distribuido gratuitamente o a precio
de costo de distribución.
Una de las figuras más
destacadas de este movimiento es Richard Stallman, programador estadounidense
que fundó en 1985 la Free Software Foundation (FSF). Stallman introdujo la
definición de software libre y el concepto de "copyleft", que desarrolló para
otorgar libertad a los usuarios y para restringir las posibilidades de
apropiación del software. Entre sus logros destacados como programador se
incluye la realización del editor de texto GNU
Emacs, el compilador GCC, y el depurador GDB, bajo la
rúbrica del Proyecto GNU.
El software libre tiene mucho que ver con el término
tecnología libre. Las tecnologías libres son aquellas que se entienden propias
de la ciudadanía y la cultura popular, ya que no precisan de autorización o
licencia para su uso. Las propuestas
sobre tecnologías libres son, cada vez más, perseguidas en los países ricos,
condicionados por las políticas de patentes y copyright. Pero en los países
pobres, el trabajo con estas soluciones es más frecuente, precisamente porque
no dependen de ningún factor económico ni político que las prohíba, y en muchos
casos se convierten en la única posibilidad de desarrollo. Así, aborda
cuestiones como las energías renovables, la bioconstrucción, la medicina
natural y la soberanía alimentaria, entre otros.
Son, en definitiva, enfoques de la tecnología que, al
menos a mi humilde parecer, constituyen una manera positiva y justa de usarla y
aprovecharla, o como mínimo alternativas dignas de estudio y consideración.
Tania Ríos
Estoy de acuerdo en los numerosos aspectos positivos que tiene un software libre, sin embargo, siempre nos resulta más cómodo que una empresa privada "nos dé todo hecho", aunque con peores condiciones y pagando altos precios.
ResponderEliminarDe todos modos, también pienso que si el software libre se extendiera de forma masiva por nuestro país, las grandes empresas encontrarían la manera de monopolizarlas y buscar el máximo beneficio.